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LA QUINTA PREGUNTA
LA QUINTA PREGUNTA

Post escrito exclusivamente para mi blog de la Comunidad el país.com Estrella Cardona Gamio, escritora (Sitio de encuentro para los amantes de la literatura y otros temas) el 19 de agosto de 2007.

Hace varios días, un comentario hecho por un miembro de esta Comunidad al pie de mi artículo El síndrome de Caperucita Roja -y al que ya respondí privadamente-, me ha dado la idea de insertar en el blog el V capítulo, o, mejor dicho, respuesta, que a una serie de preguntas realizadas en el 2002 por jóvenes escritores que deseaban saber muchas cosas del oficio, contesté a través de mi página web.

Como las preguntas se repetían, finalmente se agruparon en 14 y 14 fueron las respuestas dadas con un agregado a modo de epílogo. En vista del éxito obtenido se publicaron en papel en el año 2006 con gran aceptación por parte de los lectores, por ello me tomo la libertad de transcribir esta Quinta Pregunta esperando que pueda ser de ayuda a muchos escritores noveles.

QUINTA PREGUNTA

¿CÓMO SABER SI LO QUE ESCRIBO ES BUENO Y VALE LA PENA EL ESFUERZO?

Yo no ceso de escribir y aunque me gusta mucho, porque si no no lo haría, a veces tengo la duda sobre si todo esto no será una pérdida de tiempo y trabajo; ¿cómo puedo saber si lo que escribo es bueno y vale la pena el esfuerzo?, porque con que a mí me guste lo que hago, o a mi familia, o a mis amigos, me parece que no basta. No puedo ser objetiva leyéndome, ni ellos tampoco.

RESPUESTA:

Tienes mucha razón. Uno mismo no suele ser objetivo con su obra, ya que puede pasar de un extremo al otro: parecerle maravillosa o bien todo lo contrario. Y la familia y los amigos, menos que menos.

Tu pregunta incide en un punto muy importante en la vida de cualquier autor novel, ¿cómo saber que lo que escribimos es razonablemente bueno?

Pues mira, existen dos fórmulas que dan excelentes resultados y son de lo más sencillo; consisten en lo siguiente:

Cuando se escribe, uno se deja llevar por el entusiasmo creativo y al releer de inmediato lo que acabamos de hacer puede parecernos, o una obra maestra, o, al revés, en ambos casos lo más recomendable es dejar que "repose" el escrito; supongamos que se trata de un relato corto hecho de un tirón, pues dejémosle que duerma el sueño de los justos por lo menos durante un mes, luego se coge y se lee con calma, seguro que descubriremos muchos defectos en los que no hubiéramos reparado en un primer momento. Al repasarlo en frío somos mucho más objetivos ya que lo estudiamos con cierta distancia, sabiendo apreciar entonces sus logros y sus fallos. Y después de efectuado el examen, podemos ponernos a rescribir lo que nos parezca conveniente, una vez hecho lo cual, volvemos a guardar lo escrito retomándolo al cabo de un par de meses, y de nuevo lo analizamos y pulimos, si ello es menester. Realizado todo lo cual, se lo damos a leer a nuestros habituales, y cuando hayan emitido sus juicios, se les entregan los primeros borradores y que comparen. Puedo asegurarte que te sorprenderán los resultados.

En el caso de que se trate de una novela, siempre más larga que un relato corto, se puede proceder igual, habida cuenta que suele escribirse seguido, salvo pausas o interrupciones largas que lógicamente pueden darse. De mediar éstas, las lecturas del autor pueden llevarse a cabo de igual forma que en el primer caso, ya que ha pasado un tiempo. Cuando de por terminado ese borrador inicial, entonces debe seguir los mismos pasos que he sugerido con el relato.

El método es infalible y de gran autoayuda, doy fe de ello.

La segunda, aún es más sencilla y muy agradable de ser llevada a cabo.

Cuando ya des por buena una obra tuya, léete varios fragmentos y acto seguido coge de tu biblioteca el libro de algún buen autor y lee un capítulo suyo -procura que la novela sea siempre del mismo género de la que tú hayas escrito-, y la comparación te revelará honestamente la verdad, es decir, si al leer al consagrado no encuentras diferencia con tu propia obra en cuestión de lenguaje y forma de expresión, ello significará que lo que has escrito vale la pena.

Los escollos con los que se tropieza un autor novel a la hora de juzgar su obra, pueden ser un desmesurado ego o una gran inseguridad. En el primero de los casos, las correcciones, auto correcciones, se hacen muy difíciles y desde luego no se aceptan los consejos ni las críticas por constructivas que sean, uno se cree que es un genio y no tolera que le hagan ver sus fallos. El autor que reacciona así tardará mucho más en corregir sus defectos, se creerá un incomprendido y le asaltará la paranoia de que le envidian o le quieren hundir. No hay que pasarse.

Es necesario que todo autor que empieza, tenga una gran dosis de modestia, pero tampoco sin exagerar, porque considerarse una nulidad por sistema, sólo conduce a engañarse a sí mismo convirtiéndose en un amargado.

Hay que ser frío y objetivo, no interrumpir a mitad algo que se escribe convencido de que "no vale la pena el esfuerzo", porque si al cabo de un tiempo lo releemos, posiblemente no nos parecerá ni mucho menos tan malo, tal vez no sea perfecto, desde luego, pero desechable no, porque cualquier idea es buena, solo hay que saber desarrollarla.

La sutil línea que separa un juicio objetivo del que no lo es, resulta demasiado estrecha y hay que tener mucho cuidado al transitar por ella para no incurrir en errores de apreciación, pero todo puede conseguirse con paciencia.

Otro extremo que es preciso tener en cuenta a la hora de hacerse un auto examen riguroso, es el de fijarse mucho en la construcción de las oraciones, en la sintaxis, porque una mala estructura puede afear cualquier texto desluciéndolo al comunicar la impresión de que el autor no sabe escribir correctamente, y eso merma puntos en la lectura; el público puede no ser novelista –recordemos que mayoritariamente no lo es-, e incluso cometer faltas de ortografía y de sintaxis en sus cartas, mas la intuición no le falla a la hora de captar un error en algo "que no le gusta".

Esto, que parece una cosa tan sencilla, tan obvia incluso, suele pasarse por alto en infinidad de ocasiones y de ahí las frases forzadas o cuyo contenido resulta confuso. Para comprobarlo, nada mejor que leer en voz alta nuestro propio texto, porque allí en donde nos encallemos con palabras que se amontonan sin gracia, o nos falte la respiración debido a que comas y puntos brillen por su ausencia, o estén mal colocadas, allí, estará el defecto.

No olvidemos que, en muchas ocasiones, un buen texto brillante e ingenioso, pierde su encanto si se halla mal redactado, y es una lástima, una especie de asesinato realizado contra la idea original y eso no nos lo podemos permitir.

Entonces, resulta de lo más aconsejable, dada por terminada una obra, el pulirla, repasándola cuantas veces sea necesario, y si se tienen dudas sobre algún fragmento, señalarlo e invitar a alguien de confianza para que nos de su opinión como simple lector, pero, y esto no me cansaré de repetirlo, escucharle no ha de ser obedecerle a ojos cerrados, sino contrastar su juicio con el de otros; caso que todos coincidan con el tuyo en donde están los fallos, perfecto, eso indica que no te equivocaste al dudar, pero si cada uno emite un veredicto diferente, será mejor que dejes en reposo el fragmento puesto a examen y al cabo de un tiempo lo vuelvas a leer, seguro que entonces tu misma resuelves el problema.

Algo que te recomiendo es que nunca dejes leer una obra tuya mientras la escribas, porque entonces está a medio hacer, y si resulta incluso confusa para ti, ¿cómo no lo será para los demás? Más de una carrera literaria ha sufrido un parón de años por causa de eso, lo dice García Márquez, no lo olvides.

La Quinta Pregunta Copyright 2007 Estrella Cardona Gamio

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