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* * *

¡TOC-TOC!... BUENAS, SOY EL FIN DEL MUNDO...
Autoría y © de este relato Estrella Cardona Gamio-Septiembre 2008

Un día el Fin del Mundo bajó a la Tierra llamando a sus puertas:

¡Toc-Toc!

-¿Quién es?

-Buenas, soy el Fin del Mundo.

-¿El fin del mundo, qué fin del mundo?

Ligeramente amostazado el Fin del Mundo repuso:

-¿Cuál va a ser?, pues el único, el auténtico, el tradicional... Caerá la tercera parte del sol, el mar se convertirá en sangre, los vivos envidiarán a los muertos y todo eso... ¿Es que puede haber otro?

-Oye tío, si te quieres quedar con nosotros...

-Anda y lárgate que ya bastantes problemas tenemos, la crisis económica, la hipoteca, el desempleo y ahora vienes tú con estas monsergas del fin del mundo, como si a alguien le importara eso, se ve que no tienes otra cosa mejor que hacer que perder el tiempo soltando chorradas...

-Pero, si soy el Fin del Mundo...

-Sí y yo Caperucita Roja, ¡no te digo!

El Fin del Mundo se desesperó.

-Qué ahora vengo de verdad, en serio, si lo decís por lo del año mil eso fue un ensayo general... Y por cierto que salió muy bien, como debe ser: la gente de entonces era muy responsable, enloquecieron de miedo y los ricos regalaban sus bienes a los pobres, se tiraban de los pelos, se rasgaban las vestiduras y subiéndose al monte se daban de cabezazos contra las peñas... Vaya, lo correcto... ¿Es que no sentís nada, pavor, angustia? Da la sensación de que todo os importe un bledo, de que no vaya con vosotros, no lo entiendo...

-¡Jo, este tío está sonao!

-¡Eh, eh, un respeto, que yo no soy el tío de nadie!

En vista del éxito, el Fin del Mundo creyó que si se dirigía a los políticos estos le harían más caso, y allá que fue lleno de esperanzas.

Los políticos estaban discutiendo sobre unas próximas elecciones que ya se les venían encima y no se dignaron mirar al Fin del Mundo que se acercaba renqueando y con pinta de menesteroso.

-Hola buenas, soy el Fin del Mundo...

-¿Cómo dice?

-Que soy el Fin del Mundo y vengo a...

-Vale, vale, otro día, otro día hermano que ahora no llevamos suelto, y además ¿no ve que estamos ocupados?

El Fin del Mundo se enfadó al comprobar el poco caso que le hacían.

-¡Tengo que decirles algo muy importante, se trata de...!

-¡Ah, las encuestas, haberlo dicho antes!... ¿Cómo vamos en intencionalidad de voto?

-¿Qué voto?

-Oiga, oiga, ¿es que no sabe de lo que estamos hablando?

-Pues... no, lo siento.

-Bueno, vamos a ver, ¿usted a qué ha venido realmente?

-A decirles que ha llegado el Fin del Mundo, o sea yo...

Los políticos hicieron un corrillo aparte y se pusieron a cuchichear, al final se abrió el corrillo y uno de ellos, indiscutiblemente el líder, preguntó con cautela mientras sonreía diplomáticamente:

-¿Está usted de nuestra parte?

El Fin del Mundo le miró sin comprender.

-¿De parte de ustedes, por qué tengo que estar de parte de ustedes?

Bruscamente el líder dejó de sonreír.

-O sea que pertenece a la oposición.

Al Fin del Mundo le daba vueltas la cabeza.

-¿Que pertenezco a qué?

-A la oposición.

-¿Qué es la oposición?

-Eso, ahora hágase el despistado.

-¿A quién piensa usted votar? –zanjó rápidamente el líder.

-¿Votar?... ¿Qué es eso?

Todos le contemplaron con reprobación.

-¿Usted es de los que no votan? –exclamaron escandalizados.

El Fin del Mundo no entendía nada de nada.

-No sé de que me hablan señores.

Los políticos fruncieron el ceño muy molestos y le volvieron la espalda; si aquel individuo estrafalario no les votaba a ellos perdían el tiempo escuchándole, así que a otra cosa mariposa.

El Fin del Mundo no sabía que hacer ya, él tenía una misión y debía cumplirla, era su deber. Se puso a cavilar y de repente halló la solución; dándose una palmada en la frente exclamó:

-¡Claro, que torpe soy, me había olvidado de los sabios, ellos me escucharán!

Y ni corto ni perezoso el Fin del Mundo se fue a buscar a los científicos que son los sabios de muestra época.

Anda que te andarás, y después de mucho caminar, se encontró con aquellos a quienes buscaba.

-Hola, buenas, me presento, soy el Fin del Mundo...

Los sabios le miraron entre irritados y distraídos, ¿quién era el atrevido que osaba molestarles en el trabajito que se llevaban entre manos?

-Haga el favor de no molestar señor... ¿Cómo ha dicho que se llama?

-Fin del Mundo, para servir a ustedes.

Los sabios le contemplaron con suficiencia y dijeron a una:

-Parece que anda usted un poco equivocado.

-No comprendo –exclamó muy sorprendido el Fin del Mundo.

-Verá señor nuestro, estamos en el siglo XXI, por más señas en el tercer Milenio y las cosas han cambiado mucho en todos estos cientos de años, tal vez no se haya apercibido usted aún, pero...

-¡No hay peros que valgan, si lo que ustedes están insinuando es que yo no soy el que digo ser...Fin del mundo sólo hay uno, servidor!

-Vamos a ver, tenga la bondad de explicarnos cuales son sus intenciones.

El Fin del Mundo sonrió feliz, ¡por fin se iba a aclarar la situación!

-A mí me llevan anunciando desde hace mucho pero al final llegó el día D y la hora H... Vengo dispuesto a traer el Apocalipsis, supongo que habrán oído hablar del evento ¿no?, para eso ustedes son sabios je, je...

Los sabios le observaron como si fuera un experimento de laboratorio y luego hablaron entre sí en voz baja mientras le vigilaban a hurtadillas.

Al final uno de ellos se dirigió a él gravemente:

-¿Podemos preguntarle como lo piensa llevar a cabo?

-¿El qué?

-Hombre, ¿qué va a ser?, el fin del mundo.

-¡Ah!, pues según manda la tradición, en varios días, como si fuera una obra de teatro... En plan espectáculo, primer acto, segundo acto, tercer acto, muertos a mogollón y Juicio Final, los buenos premiados y los malos castigados, todo muy correcto, muy tradicional...

Los sabios se echaron a reír a carcajadas.

-¡Es la cosa más divertida que hemos escuchado nunca!

El Fin del Mundo se mosqueó.

-Pues yo no le veo la gracia, la verdad.

-Varios días, ¡ja ja ja!, como se ve que es usted una antigualla, amigo... ¡Varios días, si es que es para troncharse vamos!

-A mí me aleccionaron así, ¿vale? Y ya podían ser ustedes más respetuosos con alguien como yo ¡caramba! Que mi edad merece un respeto ¿o es que no les enseñaron de pequeños a ser considerados con sus mayores?

Uno de los sabios, que lloraba de risa, se enjugó las lágrimas con un pañuelo.

-No se enfade, por favor, pero, es qué es tan gracioso lo que explica, ¡acabar con el mundo en varios días por un procedimiento tan artesanal!, ¿es que no se da cuenta que está usted muy pasado de moda y que sus métodos son completamente obsoletos?

-¿Qué quiere decir?

-Algo sencillísimo, hoy en día la ciencia ha avanzado tanto que podemos garantizar un fin de mundo a la carta en una billonésima de segundo y todavía lo echo por largo.

El Fin del Mundo se indignó de veras, se acabaron los buenos modales, a él no le tomaba nadie el pelo.

-¿Qué es ésto, intrusismo laboral?, a ver si voy a quejarme a las autoridades competentes...

-Ya puede ir ya... Quién va a escucharle... Nosotros somos los sabios usted una reliquia del pasado, algo así como un mamut fósil, o mejor todavía, un dinosaurio...

-¿Lo van a hacer?

-¿El qué?

 Su fin del mundo tan moderno.

Los sabios pusieron gesto candoroso y negaron abriendo mucho los ojos:

-¡Claro que no, nosotros sólo queremos investigar, saber!

-¿El qué?

-Las incógnitas que entraña el universo.

-¿Para qué?

-Para saber.

-¿Por qué?

-Para encontrar.

-¿El qué?

-La partícula Dios.

-¿La partícula Dios?

-En efecto –corearon los sabios muy ufanos-. Dios en medio del Big Bang, el misterio de la Creación... El espacio-tiempo, ir al pasado, ir al futuro, visitar las dimensiones desconocidas, tocar la materia extraña, flotar en el interior de un agujero negro... ¿No es guay?... -a los científicos se les abrían las carnes de gozo  solo con pensarlo.

-Me parece señores que hace muchos eones, antes de que yo naciera, hubo cierto asuntillo con un árbol y una manzana que luego ha dado bastante que hablar y ya saben como acabó, con la expulsión del Paraíso y todo eso... ¿No les parece que se les ha ido un poco la olla con tanta ciencia?

Ahora fueron los sabios los que se enfadaron.

-¡Usted es un elemento subversivo, un agitador profesional!

-¡Llamad a la policía, pronto!

-¡Que lo encierren en una prisión de alta seguridad!

-¡Que no le dejen salir por buena conducta; este individuo es un desestabilizador nato!

-¡Eh, oigan, yo...!

Y el Fin del Mundo acabó en prisión para tranquilidad de los científicos que así pudieron seguir en su esforzada tarea hasta encontrar la partícula Dios... Porque la encontraron, ¡vaya si la encontraron!, que el que la sigue la consigue, amigos... ¡Lástima que no llegaran a ver como acabaron los fuegos artificiales!

* * *

© Estrella Cardona Gamio, 3 de septiembre 2008


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