Os
cuento. Se trata de una historia común
pero que viene por otros cauces aunque el
contenido es similar al de muchos comentarios
parecidos.
Esta
mañana he recibido una llamada telefónica
de una lectora de excepción, una librera
ya jubilada cuyo testimonio me ha emocionado
al venir de persona con muchos años
de lecturas a cuestas. Había leído
La
otra vida de T. Loure, se la
regaló una amiga estas Navidades, libro
impreso en el que se encuentra un teléfono
de contacto, y le gustó tanto, que
no ha podido por menos que decidirse a llamarme
directamente, lo cual ha constituido una grata
sorpresa, aunque, la verdad, es una pena que
no esté en activo ahora porque la recomendaría
a sus clientes. Esta señora me ha felicitado
con palabras que gustan a cualquier autor;
trata la novela de pequeña obra maestra
afirmando que me lo decía una persona
quien a lo largo de su vida ha leído
muchísimo.
Lo
ha tratado de libro delicioso, escrito con
gran sensibilidad y que nos lleva al mundo
ya desaparecido de las novelas de duro, mundo
poco conocido para el lector actual. Celebra
la descripción de los personajes, incluso
en la no descripción de algunos como
por ejemplo la del librero Matías,
porque Matías es un personaje al que
cada lector puede ponerle el aspecto físico
que guste siempre acorde con sus propias vivencias
personales ya que se trata de un individuo
simbólico y entrañable. Pero
también hay palabras para el resto,
la dueña de la tienda de flores egoísta,
codiciosa y explotadora, los hermanos de la
protagonista, unos indeseables, luego el editor
y su socio don Miguel, personajes muy representativos
del mundillo editorial de la época,
y por último, lo que ella denomina
el toque maestro, la inserción en el
texto de varios fragmentos de la "novelitas
de duro" escritas por Teresa Loure.
Su
comentario final ha sido: Francamente, hacía
mucho tiempo que no leía una novela
tan bonita, y evocadora de toda una época.
Ya
podéis imaginar mi alegría al
escucharla, más que sus palabras, el
entusiasmo al pronunciarlas, que eso sí
no puede reproducirse con la letra impresa.
Pocas satisfacciones da la literatura pero
de vez en cuando alguien nos hace felices
refiriéndose elogiosamente a lo que
más aprecia un escritor, su obra.
Estrella
Cardona Gamio, 18 de enero de 2013