NATASCHA
KAMPUSCH
El
caso del secuestro, y posterior retención, de la niña de diez
años Natascha Kampusch, que finalmente se ha resuelto con
la huida de la joven del que hasta ese momento fuera su raptor,
ha hecho correr la tinta suficiente como para que todos sepamos
ahora como han ido las cosas en declaraciones realizadas por
la propia Natascha, y yo creo que con esto debería de bastarle
al público al que no le asiste ningún derecho en emitir teorizar
sobre una situación por demás terrible, pero el público, que
habla porque tiene boca y que ha olvidado aquella máxima que
aconseja que cuando uno no tiene nada que decir lo mejor es
que se calle, empieza ahora a formular sus opiniones que no
siempre son ni atinadas ni de buen gusto.
Natascha
afirma que su secuestrador le dejaba ver la televisión, le
compraba libros, le permitía andar por la casa e incluso salir
a la calle, con él, por supuesto, y que una vez hasta fueron
de vacaciones, también le hacía pequeños regalos por Navidad
y Pascua; entonces, sentencian estos jueces sin titulación,
no se lo debía pasar tan mal y eso puede explicar el por qué
no se fugó antes.
Me
pasma tanta frivolidad al tratar un tema como ese en el que
una criatura de diez años fue arrancada por un loco de su
entorno familiar, enclaustrada durante seis meses en una prisión
subterránea sin ver el sol y sin poder lavarse, aterrorizada
mientras duró ese encierro y con la desesperación añadida
de no saber lo que iba a sucederle en manos de su captor;
la niña pensaba que iba a matarla para poder ocultar su fechoría;
con aquella angustia vivió ocho años siempre bajo la incertidumbre
de lo que podía sucederle al siguiente día, y dando muestras
de una fortaleza incomprensible en una criatura tan joven,
decidió hacer todo lo posible para sobrevivir contemporizando
con su carcelero, lo que demuestra una gran inteligencia y
una madurez que debía estar latente en su carácter pero que
la prisión hizo que se desarrollase a toda velocidad.
Pasados
seis meses la dejó deambular por la casa, pero su contacto
con el mundo a través de la televisión no ocurrió hasta trascurridos
dos años de cautiverio, y los paseos y esas vacaciones tan
mencionadas, y criticadas, vinieron mucho más tarde, siempre
vigilada y con la amenaza de que si huía o le delataba, él
mataría a su familia y a quien la hubiese ayudado, suicidándose
luego .
¿No
basta todo lo expuesto para hacer comprender a la gente que
el encierro de Natascha Kampusch fue cualquier cosa menos
placentero?
Por
otra parte la muchachita estaba débil y los espacios abiertos
le producían vértigo, sola e indefensa, temerosa de que la
descubriese en plana fuga, la niña no se atrevió a escaparse,
¿puede alguien recriminárselo?, ¿quiénes y con qué autoridad?
Entonces
fue cuando Natascha hizo un pacto consigo misma y esta parte
de la historia tiene algo de surrealista o mágica, si hemos
de tener en cuenta que la auto-promesa se realizó en una edad
todavía infantil: la pequeña se comprometió con ella misma
en el futuro a que una Natasha mayor y fuerte la liberaría
de su encierro, y sostenida por esta confianza pudo aguantar
hasta el día de su fuga.
¿Por
qué, si los hechos están claros, la gente pretende emitir
su propio veredicto acerca de unos acontecimientos que no
sufrieron en primera persona?. La opinión pública posee una
fuerza enorme y cuestionar lo que hizo, o mejor dicho, no
hizo, la niña Kampusch y luego la adolescente, puede acabar
por amargarle la vida a Natascha que no se encuentra ahora
precisamente para ese tipo de fuego cruzado, ya que al final
la vox populi va a concluir afirmando poco menos que
la criatura planeó el irse a vivir con su raptor, que fue
ella la que lo convenció a él, que se lo pasaba tan ricamente
en su compañía, que por eso no escapó en todos estos años
y que si lo hizo finalmente fue porque tuvo una pelea con
el secuestrador y para castigarle se dio a la fuga. Y como
epílogo de la aventura, más de uno comentará maliciosamente,
¿con envidia tal vez?, que qué “suerte” ha tenido, ya que
está cobrando por relatarla convertida en toda una estrella
del reality show, habida cuenta de que piensa escribir
sobre lo que le ha sucedido y además ya se están barajando
nombres para filmar una película acerca del suceso.
Me
indigna como la gente puede ser tan irresponsable y no entiendan
la actitud de Natascha durante todo ese tiempo, y me sorprende
mucho también que a lo largo de estos ocho años de cautiverio
los vecinos no se dieran cuenta de que en una casa de su propio
barrio estaba ocurriendo algo anormal y que incluso cuando
ella se refugió en el jardín contiguo, la dueña de la casa
estuviera más preocupada porque no le pisara el césped que
no por la historia que le contaba.
Pero
es el mundo en el cual vivimos, un mundo en el que sus habitantes
se preocupan de que nadie les deteriore el césped del jardín
antes de prestar oídos a una muchacha en apuros, en el que
no sorprende que un individuo instale un bunker en su propiedad,
ni que una pálida jovencita, sin filiación conocida, viva
con un hombre célibe y solitario que podría ser su padre,
un mundo en el que la máxima pena que le puedan aplicar a
un secuestrador sean diez años de prisión, y cuando, por buena
conducta ya que en la cárcel no ha podido secuestrar a nadie,
le dejen en libertad, es de suponer que reincida.
Claro
que todo eso no parece importarle a muchos, ya que está comprobado
que las víctimas pocos derechos tienen.