Estrella Cardona Gamio página personal
e-mail

Home|Blog|Me presento|Páginas seleccionadas|Actualidad|Muy personal|Pensamientos célebres|Novela|Contenidos|Aviso legal

 

Puedes leer mis novelas, cuentos, artículos, etc., en...

CCGEdiciones
ADOLF-art
Badosa.com
Letralia
Atalaya -Ciudad Letralia-

VAMPIROS

Mis libros en papel...

Mis libros en papel...

EL ESCRITOR ES UN CAZADOR SOLITARIO
Carson McCullers

Carson McCullers escribió una novela, El corazón es un cazador solitario, y yo me he tomado la libertad de "coger" su título para adaptarlo al presente artículo.

Claro que también podía haberlo llamado De la soledad del escritor, porque, efectivamente, los escritores somos unas de las personas más solitarias del mundo aunque los despliegues promocionales que organiza cualquier editorial para dar a conocer a sus autores, parezcan indicar lo contrario. Eso ahora, claro; antiguamente no creo que se estilasen mucho ese tipo de tournées, de las que con mucho acierto comentó en su momento la novelista Georgette Heyer: Hoy en día existe la patética creencia de que la promoción personal influye directamente sobre las ventas. No la comparto.

En primer lugar el escritor, novelista por ejemplo -también puede ser poeta, ensayista o biógrafo-, necesita aislamiento y soledad para escribir; es imposible hacerlo en un lugar ruidoso o rodeado de gentes, familia, amigos, que hablen a nuestro alrededor alborotando una concentración necesaria, por ese motivo somos cazadores solitarios a la búsqueda de las palabras adecuadas para expresarnos mejor -Flaubert pasándose horas a la caza y captura del término exacto-,y no es sólo eso.

El mundo del novelista es otro universo, una burbuja que únicamente le pertenece a él, algo así como una estación espacial de su exclusiva propiedad, siendo la línea divisoria ese tipo de desdoblamiento esquizofrénico que va de la realidad a lo imaginario, el más allá fantástico de la creación literaria, nuestra verdadera morada.

Hoy en día se habla mucho de ese "juego" de Internet denominado Second Life, o Segunda Vida, la escapada perfecta para quien, no siendo escritor, pretenda huir de la realidad en todos sus aspectos, haciendo así suyas las palabras de Shakespeare: somos de la materia de la que están hechos los sueños.

Soñar es una gran cosa y el escritor transforma los sueños en argumentos encerrado en su burbuja mental, por ello el escritor –que "si no escribe se muere", como dice Mario Muchnik-, las más de las veces, es un ser solitario que disfruta siéndolo y que no pide otra cosa a la vida sino que le dejen tranquilo desarrollando su labor; el que lo consiga es otra cosa.

(Solitarias célebres las hermanas Brontë aisladas en sus páramos, solitarios pese a su aparente vida mundana Marcel Proust y Rainer María Rilke, solitario Nathaniel Hawthorne, la misma Carson McCullers, Katherine Mansfield y un largo e ilustre etc., en el que no debemos olvidar a nuestra Corín Tellado, sola frente a una máquina que tenía sobre sus rodillas, escribiendo sin pausa para sobrevivir).

Los mundos del novelista son sus diversas obras, y de esta manera hoy puede ser héroe y mañana villano, su última novela desarrollarse en la actualidad y la siguiente hace tres siglos, siendo por ello verdaderos viajeros en el tiempo, ¿puede imaginarse algo más maravilloso?

Pero, vuelvo a repetir, es un viaje en soledad porque, como dijo Pietros Markaris: únicamente puede ser escritor quien aprende a estar solo, y la frase encierra un profundo, no doble, sino triple sentido, ya que existen tres soledades en la vida de cualquier persona a la que le dé por escribir, la primera es su aislamiento creativo, más o menos declarado, la segunda el saberse inadvertido, el que no le hagan caso, el que como autor no le tengan en consideración editores, prensa y finalmente un público que no le conoce porque nadie se ha preocupado en difundir su trabajo; esta segunda soledad es verdaderamente grave ya que ha empujado a muchos escritores incluso al suicidio como fue el caso de John Kennedy Toole, póstumamente célebre autor de La conjura de los necios, título que resultó profético, o bien, en el de Emily Dickinson, la amargura de morir con escasos poemas publicados, ignorante de que en el futuro su nombre como poetisa sería universalmente conocido, o Herman Melville cuyo Moby Dick fue la tumba de sus esperanzas al no venderse más que 17 libros, con el INRI añadido de muy malas críticas.

Podría continuar mencionando nombres muy conocidos, Poe entre ellos, eterna referencia obligada cuando se habla de autores que lo dieron todo en el campo de las letras para no recibir nada en vida.

La soledad del escritor poco valorado por quien nunca se dignaba leerlo: Ernest Hemingway viendo como el cartero le devolvía, con una fría nota, los manuscritos que él había enviado a las editoriales, "nota adjunta a la historia que yo había amado y en la que había trabajado tan duramente".

Y la triple soledad del escritor, tan triste y tan poco tenida en cuenta por un público cegado por el relumbrón de los best sellers, de un éxito aparentemente fácil, de esa fama y de esa gloria las más de las veces efímeras pero muy rentables.

Leemos lo que en los periódicos se anuncia, lo que se comenta en las revistas especializadas, lo que se difunde en televisión o por radio; guiados, conducidos siempre, admitiremos lo que nos ofrezcan los expertos en marketing, sin detenernos ni un solo instante a pensar que ir de visita a una librería, pequeña o grande da igual, puede descubrirnos horizontes insospechados; basta con hojear cualquier libro que nos atraiga, libro ignorado que pasa casi desapercibido y de repente descubrimos un verdadero tesoro que la crítica desconoce y que la prensa ignora porque lo ha publicado una editorial pequeña y sin grandes medios promocionales, pero ahí está, y ya es algo, el comienzo de una esperanza que pueda quebrar la tercera soledad del escritor.

 

© 2007 Estrella Cardona Gamio
3.9.2007

 

ïndice muy personal


© Estrella Cardona Gamio. Reservados todos los derechos. En línea desde 2004