CAMBIO CLIMÁTICO
Tal vez cambio climático sea una palabra demasiado suave para describir
lo que se nos viene encima y no exagero ya que es la prensa
la principal alarmista, prensa. radio y televisión para
ser más exactos. Y abundando en lo mismo, ya que el tema
es delicado, podría añadir que se trata de un alarmismo
justificado aunque in extremis, ¿o tal vez se le
utiliza porque la noticia vende en una aburrida sociedad
amante de los platos fuertes? En los años cincuenta se empezó
a rumorear, naturalmente los grupos ecologistas, ¿quién
si no?, que iba a suceder lo que está ocurriendo. Se hablaba
entonces tímidamente de contaminación de muchos tipos y
la gente se encogía de hombros desdeñosa. Fue transcurriendo
el tiempo y la desidia y la inconsciencia humanas trabajaron
activamente hasta completar su labor con éxito: la contaminación
atmosférica, la polución, flota ahora sobre las ciudades
e incluso ya invade los campos por vía directa de las carreteras
y el intermedio de los tubos de escape; la tala de bosques
y selvas, o bien los incendios no casuales, contribuyen
en gran manera a este deterioro, los vertidos de petróleo
en el mar lo intoxican destrozando la vida marina, entonces
el efecto invernadero aumenta las temperatura del planeta
y deshiela los polos desalinizando progresivamente el mar,
por su parte, el agujero en la capa protectora del ozono
es ya tan enorme que dudo mucho pueda regenerarse, además
¿quién se va a tomar en serio tal ocupación?
Las estaciones han enloquecido y han dejado de respetar su orden
cronológico, con el equivalente de que el mundo vegetal
y la fauna anden desorientados, floreciendo uno antes de
hora o a destiempo y los otros, cigüeñas que no marchan
a los países cálidos en invierno, osos que interrumpen su
ciclo de hibernación, por ejemplo, estén ahora comenzando
el inicio de eso que entre los humanos denominaríamos estrés.
Y la guinda del colosal pastel que la inducida contaminación, coloca
en lo más alto con noble orgullo, es la secuela de huracanes,
tornados y otras delicatessen meteorológicas con
las que el desquiciado tiempo, diría mejor el saboteado
tiempo, nos obsequia de continuo.
Los optimistas, los ingenuos, los necios y los prepotentes, incluso,
sorprendentemente, algunos científicos y hasta determinados
novelistas, ya pueden negarlo todo, minimizarlo, desvirtuarlo,
pero por mucho que hablen, por muchas razones que pretendan
aducir, el caso es que el polo norte se está deshelando
a un ritmo progresivamente más acelerado a cada hora que
transcurre, que las lluvias se convierten en torrenciales
allí donde no deben y que brillan por su ausencia en donde
más necesarias son, que la pesca disminuye porque los peces
se mueren envenenados, y eso cuando la fauna marina no es
diezmada sin contemplaciones en aras del paladar de exquisitos
gourmets que opinan que la carne de ballena y la
aleta de tiburón son manjar de dioses, por no hablar ya
de otros animales a cuyo consumo se les atribuye propiedades
afrodisíacas y por esta razón se les masacra sin contemplaciones.
(Animales útiles sin excepción para la cadena de la vida
ya que nadie es una isla).
Todo cuanto acabo de enumerar no son fantasías agoreras sino hechos
palpables; si se destruye sistemáticamente el entorno en
el cual vivimos dejaremos de vivir en él, y lo incomprensible
es que nadie parezca reparar en ese detalle, ya que se soslaya
el problema como si fuera algo desprovisto de sentido para
que nos lo tomemos en serio porque se arguye entonces que
cambios climáticos ha habido muchos a lo largo de la historia
del planeta y se ha sobrevivido, o sea que ¿para qué ponerse
piedras al hígado?
Estos razonamientos actualmente cojean, ya que la Tierra ha pasado
por sus cambios climáticos sucesivos de una manera programada
sabiamente por la misma Naturaleza, sin embargo ahora el
cambio que ya tenemos a las puertas, lo hemos apresurado
nosotros con una conducta muy poco inteligente indigna del
ser humano, lo que evidencia que si la civilización ha dado
a hombres como Leonardo da Vinci o Rabindranath Tagore entre
otros destacados sabios, artistas, pensadores y científicos,
el resto se halla bastante lejos de alcanzar ese nivel.
Y yo me pregunto, ¿qué quieren?, ¿qué esperan?, ¿ser los más ricos
del cementerio?, ¿qué todo se arregle como por arte de birlibirloque
a tenor de sus apetencias?
Señores, el barco se hunde irremisiblemente y ya pueden haber reuniones
y conferencias internacionales y todo lo que ustedes quieran
que si no abandonan la palabrería por la palabrería, los
gestos efectistas, las fotos con aire protector y sonrientes
expresiones, y si no se ponen manos a la obra, me parece
que nos extinguiremos como los dinosaurios, mejor dicho,
ellos nos extinguirán a nosotros... Piensen un poco y aten
cabos.
Aunque todavía existe una esperanza, muy pequeña pero real en medio
del caos a que nos estamos abocando y parece una ironía
del destino: las altas temperaturas pueden hacer no tan
necesario el combustible que actualmente es el motor que
mueve a la humanidad, porque si baja el petróleo descienden
las cotizaciones en la bolsa y así no hay negocio que pueda
sostenerse.
Claro que si el pánico, con sus consabidos resultados desastrosos
que siempre perjudican a los más inocentes, no se apodera
de nadie, cosa bastante dudosa por otro lado, existe la
salida en esas fuentes de energía tan menospreciadas o desestimadas:
la solar, la eólica, la hidráulica, energías limpias y no
contaminantes hasta ahora olvidadas por el recurso fácil
tanto del petróleo como de las centrales nucleares, por
más que eso de fácil habría que cuestionarlo.
Si lo que se teme es que muchas industrias se arruinen no hay por
que espantarse; basta con sustituir un producto por otro
y los negocios seguirán adelante: los coches se moverán
impulsados por la energía eléctrica, las casas regularán
su temperatura por medio de placas solares y así un amplio
abanico de posibilidades que no son ninguna utopía si el
ser humano las acepta, que podría hacerlo de no mediar tantos
intereses creados. Y volvemos a lo de antes, ¿quién quiere
ser el más rico del cementerio?
Como solución se ha llegado a sugerir la marcha a otros planetas,
y en nuestro sistema solar sólo existe uno aprovechable
mientras no se demuestre lo contrario: Marte. Pero, ¿de
qué nos sirve Marte si colonizarlo lo convertirá a la larga
en otro estercolero a imagen y semejanza de la Tierra?
El problema lo tenemos hoy en nuestro planeta al que estamos arrastrando
a un triste destino pues somos para él una especie de cáncer
que lo está destruyendo inexorablemente. La Naturaleza nos
lo ha dado todo siempre, a nosotros y a todo ser vivo nacido
aquí; brotamos del agua y si ésta nos falta nos secaremos
al sol como las frágiles medusas, ¿es que nadie se ha dado
cuenta todavía? (Y que no se me responda que para evitar
el despilfarro del agua se pondrán multas porque eso es
una medida muy pequeña que no soluciona nada si por otra
parte se están construyendo campos de golf).
¿De qué le sirve al hombre desplazarse a planetas vecinos si no
sabe escapar de las fuerzas de la Naturaleza?; podremos
detectar un tornado o un huracán, pero no podemos erradicarlos,
podremos detectar un terremoto pero no podemos evitarlo,
ni siquiera podemos prever acertadamente un tsunami, y,
¿podemos acaso evitar que cualquier asteroide choque contra
un planeta Tierra sembrado de arsenales atómicos?...
Bien, entonces, ¿a qué tanta vanidad y suficiencia tanto creernos
los únicos seres inteligentes de la galaxia?, que se necesita
presunción, vamos.
Nuestro planeta es un puntito en el cosmos, y un puntito irrelevante,
diminuto, chiquito pero matón que diría un humorista, vulnerable
y desvalido como lo han contemplado los ojos de algunos
astronautas dotados de sensibilidad, no es el ombligo del
universo pero es lo único que tenemos, nuestra madre y nuestro
padre, el hogar de incontables generaciones de seres vivos,
¿y lo vamos a echar todo por la borda simplemente porque,
y hablo en sentido figurado, los árboles no nos dejen ver
el bosque?
Está visto que sí ya que de nada sirve clamar en desierto.
Todo en la Tierra se hace eco de esta falta de equilibrio; si la
progresión geométrica del descontrol prosigue desaparecerán
las fuentes de alimentación en el planeta al quedarse yermos
los campos por causa de las pertinaces sequías y la fauna
se resentirá de ello, la salvaje y la doméstica, y nosotros
también, de hecho ya nos estamos resintiendo porque el ser
humano parece haber perdido el juicio si nos tomamos la
molestia de observarlo con detenimiento; cada uno va a lo
suyo sin preocuparle el prójimo si no es para extorsionarlo,
sojuzgarlo o masacrarlo, pero lo peor de todo, con ser lo
antedicho bastante, es la desesperanza con que las jóvenes
generaciones se enfrentan a su futuro, ¿captan premonitoriamente
que, visto lo visto, es muy dudoso el que lleguen a tenerlo?
Imagino que más de uno estará frunciendo el ceño al leer esto ya
que no le gustará y seguro que me llama catastrofista si
no cosas peores, pero no me importa y para aquellos que
consideren que mis palabras no tienen validez les aconsejo
simplemente que lean, escuchen o vean las noticias diarias;
creo que con eso será suficiente.
¿Hay solución?, sí, la hay y es muy sencilla, mas, ¿el hombre será
capaz de adoptarla?
Había dado ya por concluido el presente artículo cuando recién
acabo de leer una noticia en la prensa que me ha sorprendido
gratamente por más que parezca de ciencia–ficción. Es esta:
Los océanos poseen un mecanismo natural de defensa que, según han
descubierto unos científicos españoles, puede influir beneficiosamente
aminorando los efectos del cambio climático. Consiste en
que el plancton marino libera un gas de azufre que mediante
un proceso químico natural favorece la condensación del
vapor del agua que forma las nubes.
El incremento de este azufre liberado ayuda a que las nubes aumenten
formando una barrera protectora de la radiación solar.
Al parecer este proceso ya viene de antiguo, ahora, lo que sorprende
hoy es constatar que dado el creciente calentamiento global,
los océanos se apliquen en aumentar su producción de azufre,
lo que indica que siempre la Naturaleza es más inteligente
que el hombre, y que tal vez, si el planeta se salva no
será desde luego a través nuestro. Todo lo cual nos lleva
a pensar en que las teorías de James Lovelock acerca de
que la Tierra, Gaia, es un ser vivo “pensante”, no sea tan
descabellada puesto que posee mecanismos de defensa y está
dispuesta a emplearlos.