UNA
ANÉCDOTA SORPRENDENTE |
Sí,
una anécdota de las que ya no se estilan actualmente
y que puedo contar en primera persona porque yo soy una de
las protagonistas, la segunda es mi primera novela El
otro jardín escrita hace muchos años y
auto publicada también mucho tiempo después;
actualmente se halla descatalogada y a mí me quedan
unos pocos ejemplares que amarillean y cuya cubierta plastificada
se suelta por varios sitios. El tercer protagonista de la
historia es un lector, el perfecto lector desconocido del
que el autor nada sabe hasta que un día aparece en
tu vida, en este caso, mandan los tiempos, vía e-mail.
Hace poco más o menos
un mes recibí por correo electrónico una inesperada
petición, el Lector Desconocido acababa de dar señales
de vida: hacía 25 años, cuando el tenía
18, visitando la sección de librería de unos
grandes almacenes, vio el lomo de un libro sobresaliendo tímidamente
entre otros muchos, le llamó la atención y lo
sacó, ojeó la cubierta, le gustó, leyó
la contraportada y aquella novela atrajo su interés,
obviamente fue adquirida, y aquí viene la otra parte
de la historia que conforma esta anécdota.
Veinticinco años más
tarde, el Lector Desconocido se cambia de piso y en la mudanza,
mi libro El otro jardín, se pierde. Él
lo había conservado en su biblioteca durante todo ese
tiempo, lo que ya es significativo de cara a un escritor,
y al comprobar su falta, buscó en Internet hasta dar
con la autora poniéndose en contacto conmigo para solicitarme
se la enviase –y hemos de tener bien presente que nunca
he colgado en mi página web la novela en cuestión.
Lo increíble de esta
pequeña historia, que en sí misma parece un
relato de ficción, es la fidelidad del lector a la
obra a través y a pesar de los años transcurridos,
fidelidad que le empuja a su búsqueda por la red hasta
encontrar una referencia que le conduce a quien la escribiera,
entonces el Lector Desconocido deja de serlo y los dos extremos
coinciden.
Por supuesto le he enviado
El otro jardín, que pese a su título
no se trata de una novelita rosa, ni de un cuento de hadas,
sino de una novela que pudiéramos denominar psicológica
y apta sólo para mayores.
Esto ha sido todo, un lector
contento de volver a recuperar la novela perdida y una autora
maravillada de que incluso hoy en día puedan tener
lugar anécdotas semejantes.
© 2007 Estrella
Cardona Gamio
11.11.2007